lunes, 21 de abril de 2014

Mi admirado García Márquez

Tendría como 17 años cuando Quique Larrey, paisano y amigo de adolescencia, me fascinó con una lectura que devoraba cada día y que por fin acabó en mis manos. Conocí a este colombiano de la mano de “Cien Años de Soledad”. Luego lo he seguido regularmente y es uno de mis autores más que preferidos, junto al hispano Saramago.



Hoy, tras los días ausentes de Pascua, he buscado sus-mis libros en el despacho-biblioteca y veo con horror que nada más encuentro uno, el ya entrecomillado. Digo ¡menos mal!, no es posible perderlo. Doy una vuelta por los estantes y no aparecen los otros que tenía. ¡Qué raro! Otra vuelta y por fin los descubro tras unas pilas de CD’s. (Esto hay que reordenarlo desde luego, aunque tiempo habrá)
Me he regocijado ampliamente con los artículos del suplemento cultural de El País de 20-4-14, donde abundan análisis de su obra, historia, comentarios, proceso creativo, familia, entrevistas y celebraciones…

Un gran tipo este Gabo. GRACIAS.

Añado unas frases de sus obras más conocidas, para regusto propio y recuerdos de lecturas:
  • El CORONEL  destapó el tarro de café y comprobó que no había más de una cucharadita. // Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder:  -Mierda. 1957l
  • Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota que su padre lo llevó a conocer el hielo. /// … y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre porque las estirpes condenada a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra. 1961
  • José Palacios, su servidor más antiguo, lo encontró flotando en las aguas depurativas de la bañera, desnudo y con los ojos abiertos, y creyó que se había ahogado. // ¿Qué es esto?... ¿Estaré tan malo para que se me hable de testamento y de confesarme?...¡Cómo saldré yo de este laberinto! 1989
  • Un perro cenizo con un lucero en la frente irrumpió en los vericuetos del mercado el primer domingo de diciembre, revolcó mesas de fritangas, desbarató tenderete de indios y toldos de lotería, y de paso mordió a cuatro personas que se le atravesaron en el camino. // Los troncos de los cabellos le brotaban como burbujas en el cráneo rapado, y se les veía crecer. 1994
  • Antes de entrar en el automóvil miró por encima del hombro para estar segura de que nadie la acechaba. /// ¡Qué barbaridad! –suspiró ilusionada-. Todo esto ha sido como para escribir un libro. 1996
  • El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen. // Era por fin la vida real, con mi corazón a salvo, y condenado a morir de buen amor en la agonía feliz de cualquier día después de mis cien años. 2004

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