Hace ya unos meses, en diciembre de 2010, D. Manuel Maldonado Fernández, Catedrático de Biología y Geología e investigador en diversos temas históricos, especialmente la Encomienda de Reina, recibió un premio de la Diputación de Sevilla por su obra “La Villa de Santiaguista de Guadalcanal”. Todo un importante reconocimiento a su tarea sobre las huellas de la Orden de Santiago en tierras extremeñas. Vaya por delante mi felicitación.
También agradecerle desde Izquierda Unida de Llerena la clase y toda la documentación que nos dio a los interesados por el municipalismo en la historia, en la conferencia-coloquio del pasado 29 de abril, en Llerena. La tituló: “Gobierno y Administración de los concejos santiaguistas de Llerena y pueblos de su comarca (1246-1836)”
La conferencia venía al caso sobre el periodo electoral en el que nos encontramos y su relación y reflexión históricas. Hay que mirar al pasado para comprender el presente, y no solo los procesos sino también las consecuencias. Una de ellas –de tamaño descomunal- consiste en la escasez o ausencia de patrimonios públicos de terrenos y fincas, dilapidados por impuestos, ventas, créditos, etc, por las crisis de subsistencias en las que a lo largo de la historia han pasado –y pasan- los ayuntamientos o antiguos concejos.
Su exposición y análisis llegó hasta 1936, con la supresión de las órdenes militares. Bien que nos queda otro periodo de análisis, desde esa fecha a la actualidad. Tema que se nos queda pendiente para otra ocasión.
En esquema, nos disertó sobre este proceso de los concejos en las siguientes cuatro etapas claves:
I.- Plena democracia y elevada autonomía (1246-1440)
Los concejos, una vez asignado un término municipal, tras la conquista y los correspondientes repartimientos reales a la Orden de Santiago, era gobernados en plena democracia e igualdad, todos podían opinar y ser oídos. Además, los alcaldes eran los administradores de justicia en primera instancia. Por supuesto todos pagaban el diezmo a la Orden.
II.- Primeros pasos hacia la oligarquización (1440-1563).
Tras este primer paso, excesivamente abierto y democrático, vienen los primeros recortes a la autonomía municipal, de forma que el Maestre Enrique de Aragón impone nuevas “Reglas” de administración, estrictamente oligárquicas, donde los vecinos son desplazados por los hacendados locales. Aparecen los Alcaldes Mayores y Regidores.
III.- Plena oligarquización y recortes en la autonomía municipal (1563-1760)
El gran rey Felipe II impone, ya bajo su tutela propia y por autorización papal, unas nuevas Leyes Capitulares de 1563. Con éstas nuevas disposiciones se generaliza el nombramiento de gobernadores directos en vez de los alcaldes anteriores, se da un nueva y excesiva presión fiscal donde a la postre se arriendan las tierras concejiles o se embragan, con lo que el declive económico está asegurado.
IV.- Tibia reforma ilustrada (1760-1811)
En esta etapa, plenamente borbónica e ilustrada, aparecen las Instrucciones para mejorar la Administración de las Tierras Concejiles. También surgen nuevos aires para dividir y lotear la tierra a favor de nuevos agricultores de viñedos y olivares y contra la política mesteña imperante, que solo beneficiaba a los grandes ganaderos. Esto decae con la invasión francesa hasta la restitución monárquica.
V.- Ayuntamientos Constitucionales: Bayona (1812) y Cádiz (1813-14 y t. Liberal)
Etapa negra, difícil y con claroscuros que revelan la tensa y exasperante actividad política para reponer derechos constitucionales contra las decisiones regias. Se culmina con las primeras propuestas desamortizadoras y especialmente con la supresión definitiva de las Órdenes Militares, cual es la de Santiago, en 1836.
En algunos de estos temas ya había trabajado y publicado Manuel Maldonado. Es el caso de Azuaga en tiempos de Felipe II, donde nos ilustra las maltrechas economías locales que se endeudan aún más con los impuestos reales “excepcionales” –como el de los 8 Millones de Ducados para sufragar la Armada Invencible que, a partir de este momento, vienen a ser normales y recurrentes.
Todo ello y a pesar de las grandes y enormes ganancias y aportaciones al tesoro real que suponían las entradas de divisas, metales preciosos y tesoros procedentes de América.
Tras la exposición, sin limitación de tiempo para el solaz deleite del conferenciante en Llerena, se dio paso a un interesante coloquio por la nutrida asistencia.
En fin una lección de historia para pensar, recapacitar y analizar un pasado, eso, demasiado pesado para la inmensa mayoría de los vecinos que subsistían con el trabajo, las hambrunas cíclicas y la pobreza.
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