jueves, 9 de diciembre de 2010

ETNOLOGÍA PARA MEJORAR LA OFERTA TURÍSTICA COMARCAL

Aunque han sido publicadas por la SEH en las Jornadas de Historia de Llerena, añadiré mis tres participaciones realizadas a lo largo de las 11 que, hasta 2011, ya han sido celebradas (http://www.jornadasdehistoriaenllerena.com/).
Una de ellas es ésta -Élementos Etnológicos-, en la que profundizo sobre las pequeñas unidades culturales y constructivas, todas ellas constitutivas de un todo (mejorable y ampliable) que ratifique aspectos identitarios en la comarca dentro de un posible Plan de Recuperación por el que, hasta el momento, nadie aboga. Plan a todas luces necesario, bajo en costes y complementario a los elementos actuales de los cascos históricos locales. 

Con anterioridad, mi grupo político de Izquierda Unida ya había presentado propuestas en este sentido(Moción Municipal que se adjunta) en el Ayuntamiento de Llerena, sin que fueran atendidas. Con la tramitación del nuevo Plan General Urbanístico, algunas propuestas como las bujardas, horno y molinos, parece que se incorporan.


RECUPERACIÓN DE ELEMENTOS ETNOLÓGICOS: SINGULARIDADES PARA MEJORAR LA OFERTA TURÍSTICA COMARCAL


1.- Reflexiones previas.

E.F. Schumacher escribió en la década de los 70 un pequeño libro titulado “Lo pequeño es hermoso”. Schumacher es desde hace mucho tiempo reconocido como uno de los gurús del movimiento verde. Este bello y elocuente mensaje resonó en todo el mundo político alternativo a mediados de los setenta, y desde entonces el lema se ha incorporado a nuestro lenguaje cotidiano... Todo un clásico que no hay que perderse.

Esta reflexión inicial quiero introducirla y referirla en favor de la diversidad de elementos arquitectónicos y culturales de la comarca, concluyendo tanto la oportunidad como la necesidad de su recuperación mediante la adecuada difusión turística y promoción locales. Una asignatura que está claramente en deuda con la cultura popular, toda una injusticia secular con lo sencillo y común, pero no menos valioso.
El modelo turístico y de recuperación del patrimonio ha venido considerando desde su concepción y análisis estratégico dos aspectos esenciales, entre otros varios. De un lado, los valores inmuebles, con el rescate de elementos patrimoniales muy significativos y elocuentes (castillos, puentes, ruinas de palacios y foros, buques y naves hundidos, grandes obras de ingeniería...). De otro lado están los bienes muebles, las obras de arte, las creaciones literarias, etc, por lo que en todos los casos se sigue la misma consideración reproduciendo las excelencias de los valores culturales burgueses con los que se perpetúa el sistema dominante, resaltando y potenciando aún más lo valioso o valorado por “todos”.
Se reproduce así un esquema de sobrevaloración de los elementos culturales, una reafirmación continua y una difusión añadida de lo ya conocido, de lo universalmente ejemplar, en detrimento de lo popular.

Por el contrario, el sistema de valores imperante en absoluto premia lo humilde, lo recoleto, lo mediano, lo general, los matices, lo habitual, etc, lo común. Hay una competitividad exacerbada por ofrecer –y vender cultural y económicamente- lo grande y más sobresaliente. Es evidente que lo social, democrático y adecuado será equilibrar esta descompensación, entre otras cosas por injusta. Esta es la hipótesis central de mi trabajo, por lo que apuesto. No es otro el objetivo que compensar y equilibrar las raíces culturales de nuestro entorno.
Reafirmo que en raras ocasiones salta o se difunde un valor arquitectónico fuera de este esquema. El sistema se retroalimenta de lo grande, excelso y vendible, lo que no tiene discusión. En definitiva, todo lo que no venda y sea estrictamente competitivo –incluso culturalmente hablando- de poco vale y queda en el ostracismo, raramente se recupera salvo excepciones, o bien porque ya ha alcanzado la categoría de arqueológico o histórico. Es un esquema que, dentro de una visión más social de la historia y de la educación, debe ser superado.

 Portada del Molino Hilo, en el curso del río Bembézar, en Azuaga.

El patrimonio etnográfico/etnológico es un ejemplo bien patente. Esto parcialmente está justificado por la escasa perdurabilidad de las obras y creaciones populares. Por otro lado, la diversidad de las constantes innovaciones acarrean una continua evolución dentro de su esquema natural y simple, nunca pretencioso, con lo que están en continua revisión y son, por definición creadas para el uso y buen hacer cotidiano. La megalomanía y la pretenciosidad son contrarias al saber y a la cultura popular, de ahí que su perdurabilidad en el tiempo resulte difícil en la gran mayoría de las manifestaciones populares. Pero al referirnos a los elementos etnológicos que en esta comunicación se subrayan, la suerte está de nuestro lado, pues constructivamente son perdurables, se localizan en lugares óptimos y frecuentemente han tenido, o tienen aún, funcionalidad económica o alimenticia.

Está claro que la cultura popular poco se difunde, sus pautas y manifestaciones están en franca decadencia y pérdida. Un ejemplo concreto se refleja con la foto de portada, el Molino Hilo en Azuaga, sobre todo, porque se exige que un valor etnológico no puede ser coetáneo (craso error), y ha de permanecer al pasado.
Resulta patente y elocuente, entrando ya en el tema, la escasez de publicaciones y estudios que existe sobre el patrimonio rural y los elementos etnoculturales.
Todo esto queda claro frente al modelo económico y constructivo actual: se hacen casas o industrias donde no se debe o sin que se estudien medios alternativos; se lleva la energía donde se demande, pero no se valoran las fuentes energéticas locales y más sostenibles; se traen materiales y técnicas impensables desde el fin del mundo. En definitiva, un proceso actual bien distinto y contradictorio al que nos enseña la historia y cultura del hombre.

Este análisis conlleva una conclusión: los elementos etnológicos pasados y recientes responden a una adecuación al medio y a los recursos. Es en parte lo que hoy se pretende con nuevos movimientos de vanguardia en la construcción y el diseño y que, eufemísticamente, se ha dado en llamar “viviendas ecológicas”.
Convencido de esta afirmación, planteo a continuación una serie de propuestas de rescate o de puesta en valor y utilización posterior para que, en la medida de lo posible, un conjunto muy notable de edificaciones e ingenios rurales de alto interés en la Comarca de Llerena pasen a un nuevo status de recuperación efectiva y utilización cultural por parte de todos.


Buharda de Buenavista en la Sª de San Miguel de Llerena

En esta comunicación quiero insistir en dos tipologías y sistemas de adecuación y aprovechamiento del medio: de un lado “las buhardas o bujardas” de San Miguel sobre las que tanto insiste Victoriano Prieto; y el Molino Hilo del Bembézar en Azuaga, obra hidráulica de postín de hace tan sólo unas centurias. Para ello no puedo pasar por alto otros elementos de interés que han caracterizado nuestro entorno y que pueden jugar un importante papel en el acercamiento y respeto a la cultura y arquitectura popular autóctona, de la que debemos sentirnos orgullosos pero respondiendo con medidas positivas. Una de ellas será la integración en rutas de senderismo, visitas guiadas o localización de ciertos equipamientos culturales.
Las noticias recientes, buenas sin duda, de importantes inversiones en obras y proyectos culturales por parte de la Consejería de Cultura sean bien recibidas, aunque tardías. Se habla de pilotar culturalmente la comarca, ya que se encuentra fuera de todos los ejes prioritarios de la Administración (turismo en el norte de Cáceres, Proyecto Alba Plata por el que no se peleó, lejanía de los ejes de comunicaciones prioritarios, etc). En este “relanzamiento cultural de la comarca” - como diría Francisco Muñoz-, se olvidan de nuevo las manifestaciones populares que, por supuesto, están dispersas, poco investigadas e inventariadas, ocultas, etc, pero a buen seguro que requieren escasos presupuestos.

2.- Las pretensiones confesadas en la comarca.

El objetivo central no es otro que el llamar la atención de la necesidad de su rescate, y lograr una puesta en valor dispensando una protección efectiva. Como se dirá más adelante, los poderes públicos locales son muy insensibles a iniciativas propias que vayan más allá de la financiación externa para su recuperación.
Lo raro e inaudito será la inversión privada hacia estos fines improductivos, o sea la preocupación individual y puesta a disposición del público, de ciertos elementos característicos de la cultura popular y del ingenio locales, de la adaptación a los recursos. Es entre éstos últimos donde personalmente me incluyo, tal como van a ver en ejemplos concretos localizados en la finca Viña del Duco, objetivos logrados no sin ciertas tribulaciones.
Está claro que los palacios, acueductos y monumentos a lo grande escasean en la comarca; unas cuantas iglesias de renombre y ciertos elementos de arquitectura civil. Pero lo más frecuente son las casas y habitaciones que nos han legado en las poblaciones, en gran parte acompañadas de cierta armonía y coherencia estética. Mientras, en el campo, abundan con cierta recurrencia estos elementos etnológicos que pueden formar un armazón complementario a lo clásico y conocido, permitiendo el acercamiento y reencuentro de las gentes a su historia y a su paisaje.
Por lo demás, su encaje y estructuración dentro de los programas turísticos locales, hay que considerarlo evidente y necesario. De otro lado, la respuesta administrativa (Ayuntamientos, esencialmente) hacia iniciativas en positivo ha de superar tanto el oportunismo político como la cerrazón y el nepotismo. El ejemplo anunciado es bien claro, por lo que se aporta en documento anexo, donde una agrupación local -IU-Los Verdes de Llerena– presenta periódicamente propuestas que increíblemente van al fracaso; aún cuando ni siquiera tienen coste económico de partida.
¿Será una batalla perdida de antemano como en La Ribera de los Molinos de Llerena, donde el deterioro prosigue pese a las buenas intenciones? El tiempo lo dirá.
En el optimismo hacia el futuro y mediante el altruismo del presente se conciben los planteamientos del presente artículo.

3.- Distribución geográfica.

Una característica general e inherente a estos elementos culturales –llamémoslos de segunda fila- es precisamente su dispersión, adaptabilidad a los terrenos, de formas y diversidad de diseños según las zonas y, finalmente, variabilidad de las técnicas locales al paso del tiempo.
Evidentemente, esta adecuación responde a una economía ancestral, a una pauta ecológica, a una eficiencia energética y de transporte. Así pues tendremos que: los molinos hidráulicos sólo se citarán en riberas y arroyos de cierta entidad y con garantía de caudal de agua; las caleras demandan siempre rocas calizas de cerros y sierras; los hornos de ladrillos están próximos a bancos de arcillas; las norias y las fuentes dependen de mantos freáticos, aunque sean superficiales; los hogares en el medio rural sólo han utilizado materiales locales, piedras, barro, ripios, ramas, etc. Todo un proceso que excluía, por pura lógica y adaptabilidad ambiental, elementos y técnicas exógenas. Lo vernáculo, lo propio y lo nativo se ha mantenido durante siglos como parte sustancial de un sistema identitario, con personalidad y criterio propios, perfectamente perdurable hasta hace bien poco.
De esta forma, es lógica la ausencia de caleras (hornos de cal) en Azuaga o Ahillones, no hay buhardas en Berlanga o Maguilla, están ausentes los molinos en Villagarcía o en Reina... y así sucesivamente.
Establecer una geografía detallada de la etnología local no se pretende en este momento –en el que uno se conforma con un análisis general, un acercamiento quizás poco acertado y una llamada de atención-, pero es evidente que podría establecerse un sistema de rutas con muy marcadas características geográficas. Por ejemplo “las Buhardas” y “las Caleras” en las umbrías de San Miguel, “las Ladrilleras” o las “Norias” en la campiña, “los Molinos” en los ríos y surgencias de importancia...
Así pues, convendría incorporar a la Ruta del Rey Jayón ciertas caleras de la sierra, y al recorrido de San Miguel algunas de las buhardas. Y por supuesto, una vez establecida una ruta deportiva o itinerario cultural no debe olvidarse el compromiso de su mantenimiento y difusión, como debió hacerse en la Ruta del Molino Hilo de Azuaga.

4.- Los elementos protagonistas.

A continuación me voy a referir a aquellos elementos etnológicos que en este país (concepción geológica que reúne a territorios y áreas homogéneas) son los más característicos.

4.1.- Referencias antiguas sobre una convergencia edificatoria.
Previamente a ello hay que resaltar que hasta hace relativamente poco tiempo, la ocupación del espacio se ha basado en la adaptación al medio antes reiterada. Persigo en los primeros ejemplos una correlación o continuación literal de las técnicas edificatorias más elementales –las chozas de piedras- con éxito evidente, ya que han perdurado milenios.

Ejemplo de ello se concreta en los primeros poblados ibéricos como Los Millares en Almería (1), donde los núcleos habitados y fortines se estructuran a base de moradas u hogares con piedras y otros materiales locales.
Un detalle de un hogar tipo revela una estructura construida de alta eficiencia en cuanto a la protección de las adversidades externas. Muros circulares hechos con
rocas medianas (barajables por el hombre), impermeables al agua con cubiertas muy simples y fáciles de calentar en invierno.

En este hilo conductor se podrían cifrar innumerables variantes locales. Para el caso de las Sierras del Campo de Gibraltar (2) y en el corazón del Parque de Los Alcornocales, se denominan moriscos y han estado habitados en temporadas por corcheros y carboneros hasta fecha muy reciente.

Detalle de hogar ibérico

Su dispersión por el monte condiciona hacia un emplazamiento junto a arroyos, en zonas claras del quejigal para ubicar los boliches de carbón. Las dimensiones y proporciones son las necesarias para albergar grupos familiares o trabajadores en la sierra. Los materiales areniscosos –globosos y redondeados por definición- no permiten bóvedas, por lo que las cubiertas se construían con vigas de quejigo que se entrelazaban con ramas menores y, especialmente con brezos. Su estructura general es equivalente a los chozos y bujardas. Era frecuente estar adosados o juntos a otras edificaciones para el ganado, normalmente rectangulares.
Morisco circular.   

4.2.- Chozos y torrucas ganaderas.
Recientemente, en viaje a Portugal junto a las sierras de Aire, he observado que en zonas ganaderas sobre macizos calizos y lapiaces son frecuentes las chozas con bóvedas en rocas calizas, como las de San Miguel, aunque se adosan otras construcciones singulares como aljibes. 

Las buhardas o chozos de Villagarcía se asientan en antiguas zonas de pastos y en enclaves ganaderos asociados a la trashumancia. A pesar del abandono de las últimas décadas, todavía perduran a pie de nuevas y muy activas canteras.
El remate de las bóvedas, la existencia de chimeneas bien formadas e integradas desde el comienzo de la construcción, la existencia de poyetes, ventanucas y algunos detalles como hornacinas, en su conjunto, avalan la utilización continua de las mismas, al menos durante largas temporadas.

El conjunto que se mantiene en pie en Villagarcía bien merece una restauración general, difusión adecuada e incorporación a las rutas y ofertas turísticas de la zona.

4.3.- Buhardas agrícolas de San Miguel
Las construcciones de buhardas de San Miguel parecen que son una prolongación idéntica a las torrucas y chozos circulares ganaderos, solo que más recientes y ligadas directamente a la colonización agrícola de las estribaciones de San Miguel, especialmente las umbrías.
A falta de un estudio tipológico y pendiente de un censo detallado, mis estimaciones en las faldas vitivinícolas de San Miguel, pueden sobrepasar la treintena. Las rozas de montes para la puesta en cultivo de viñedos en las frescas laderas calizas se prolongan hacia Guadalcanal y Alanís. Éstas estuvieron relacionadas con las amplias extensiones que ocupaban los viñedos autóctonos sobre tierras marginales (las mejores se destinaban a cereal), frecuentemente cultivadas a base de azadas. La asociación con olivar fue posterior, hasta que, la generalización del desastre de la plaga de la filoxera a finales del XIX, obligó a una replantación general de los viñedos sobre vid americana, desapareciendo en las sierras a favor del monocultivo del olivar (3). El auge y demanda del aceite de finales del s.XIX cambió la geografía de forma radical, por lo que la imagen actual se extendió casi a las cumbres. Las nuevas variedades de primeros del s.XX ya ocuparon tierras bajas y más productivas.
Es en ese primer contexto cuando debieron construirse, a partir de los s.XVI-XVII.

Su construcción debió estar relacionada con la necesidad de guarda y custodia de los viñedos (tal como se mantienen todavía los guardaviñas en campos de La Rioja). Indudablemente, estas construcciones estaban ligadas al almacén de productos específicos como el azufre para el combate de las plagas o las propias herramientas. Nunca se asocian a lagares. Además se da una relación lógica entre su altitud en la sierra y lejanía a las poblaciones: son raras las construcciones en cotas bajas y/o cercanas a los pueblos. Sin duda las frecuentes nieblas invernales justifican su papel protector para cobijo de labradores. Puede decirse que están alejadas y perdidas en la sierra, completamente integradas en el entorno donde no es fácil encontrarlas. Su posición topográfica aprovecha la ladera inclinada, lo que facilita la construcción, ahorra material y hace fácilmente registrable la losa  “respiradero”.
Sobre su técnica constructiva y funcionalidad existe cierta bibliografía en Extremadura y se caracterizan por: paredes anchas y gruesas, una única entrada con grandes piedras que forman jambas y rematan en un gran dintel, hogar central y ausencia de otros huecos salvo el de la bóveda para respiradero. Todas van enlazadas entre sí o unidas con barro. La cubierta o bóveda se arma a partir de cierta altura mediante aproximación de sucesivas hiladas de piedras, hasta llegar al centro. Normalmente se recubren de tierra, lo que reduce los cambios térmicos y las hace pasar desapercibidas.
La necesidad de su rescate es patente, con objeto de proceder a una inventariación detallada para proceder a una restauración mínima y a conseguir una integración en las rutas y senderos, de forma que se facilite su visita.

4.4.- Hornos de cal.
No son muchos los hornos de cal de la zona, pero sí los suficientes para mantener una demanda sostenida durante siglos, tanto para cal de obra (cal prieta) como para enjalbegar (cal blanca).
La primera se obtiene a partir del cocido de las rocas calizas o jabalunas previamente sacadas del corte o banco y troceadas para su disposición ordenada en el hogar del horno. Su ordenación, de mayor a menor y de abajo hacia arriba dejando el hueco para el encendido y aporte de combustible es muy singular y toda una lección de ordenación y orden de una profesión ya perdida. Todavía se conservan varios hornos. Uno en Las Mojeas o Arroyomolinos que ha estado en uso hasta hace unas décadas, ya que se debió reforzar su entrada con viguetas de cemento. Otro gran horno perdura entre los olivares de Buenavista. En él se aprecian todas sus partes, su revestimiento de ladrillo y su acceso posterior para rematar y cubrir la bóveda de rocas.

El segundo tipo de cal, más fina y blanca, se obtenía hasta hace bien poco en el yacimiento de las caleras de El Molar, junto al manantial de La Madrona. Esta surgencia, cargada  de carbonatos ha depositado y formado la calera junto a tobas y travertinos que rodean el manantial (4). El horno, a las afueras de la ciudad, se mantiene sin uso debido a la fuerte competencia y calidad de la Cal de Morón, que ha obligado a una paulatina inactividad de la única industria familiar que todavía restaba.

En cuanto a los hornos de tejas y ladrillos –ladrilleras- hasta hace unas décadas han estado abasteciendo la demanda local, hoy también desplazadas por la competencia industrial y las mejoras técnicas.
Lo que más destaca es su gran estructura troncopiramidal con hogar inferior que calentaba amplias arcadas o parrillas donde se cocían las tejas o los ladrillos que, previamente eran fabricados a mano o con moldes e inicialmente secados al sol.
Rodeando la muralla histórica de Llerena en lo que hoy son ensanches, se localizaban hasta su decadencia hacia los años setenta cuatro ladrilleras junto a huertas y ejidos. De ellas puede ser rescatable una de ellas, tal como se mencionaba en la propuesta o moción adjunta.

En las ordenanzas de la ciudad de Llerena, confirmadas por Felipe V en 1709 (5), muy completas y estructuradas no olvidan una regulación en torno a las calidades y dimensiones de los productos salidos de los hornos industriales locales.

Horno de Buenavista: Frente y detalle.
Así en el Título XXV.2 dice: “Ordenamos y mandamos, que ninguna persona que fabricare cal, texa, y ladrillo, no la pueda vender, ni enagenar, sin que el Veedor (que esta ciudad nombra por Pasqua de Espiritu Santo de cada un año) vea, y reconozca, si está fabricado en la calidad que se requiere, asi de la medida del marco, como de lo demás: y el que lo vendiere en otra forma, tenga de pena 1.200 maravedies, aplicados en tres partes...Y si el dicho Veedor, en reconocimiento de la dicha cal, texa, y ladrillo, hallare que no tiene el marco sellado por el Fiel, ni está bien cocido, ni tiene la calidad que se requiere, lo penará por cada hornada en 2y maravedíes y hará que se lo vuelva a cocer, y si le faltare el marco se lo pondrán los Caballeros Regidores meseros al precio que les pareciere conveniente; y no se medirá cal, si no es por medida que sea adherida por el fiel para este efecto, pena de 200 maravedíes...”

En el siguiente punto, se prohíbe la venta de cal fabricada en el municipio a forasteros sin licencia del Regidor mesero.
Finalmente, en el punto 4, posiblemente debido a abusos reiterados o la evidencia de una deforestación preocupante del extrarradio local se decía: Item ordenamos, que no se de licencia en Cabildo, ni fuera del, a ningun calero para cortar leña en Arroyomolinos, porque es en mucho perjuicio de la dehesa; y esto se entiende de leña de carrascos, o chaparros, porque en leña baja (matorral), y seca se puede dar licencia en Cabildo.

4.5.- Palomares
Los palomares de la comarca no obedecen a una pauta concreta, aunque dominan los de porte cuadrangular y techados a cuatro aguas, como los de La Copa en Azuaga o Santa Elena en Llerena. Tampoco son frecuentes como construcciones exentas, sino asociados a la vivienda habitual. Los primeros son exponentes de una ganadería singular en libertad, como aprovechamiento de recursos naturales en temporadas, sin dispensar grandes cuidados y atenciones.
El palomar de Santa Elena se encuentra muy deteriorado, en ruina total y difícil reconstrucción. Su dominancia paisajística y elegancia visual llama mucho la atención y es un referente local de primer orden.

Otro palomar singular es el restaurado recientemente por el autor en el proceso de rehabilitación para turismo rural de la finca Viña del Duco en Azuaga. Se contaba con un palomar en pié, muy desvencijado y deteriorado con ciertos derrumbes.

Se procedió a una limpieza general y a la reconstrucción mediante fotografías de la estructura de tejadillo superior o sombrerete pentagonal.
Se asienta, curiosamente, sobre un pequeño chozo circular que, en el inicio de formación de la bóveda, se continúa de ladrillos hasta el final. En su interior se alojan los nidales en cubículos cuadrangulares. Tiene una función recreativa y lúdica y no se realiza aprovechamiento alguno.

Una cita singular, por bella y sencilla, la incorpora Alonso de Herrera en el Capítulo XXXIII de su conocida obra (6). En ella se alude a su construcción y manejo: ...porque en lo alto ha de ser la habitacion de las palomas, y sea toda obra de ladrillo muy junto con cal, de manera que entre un ladrillo, y otro no aya mas cal que cuanto frague, y prenda, porque así no avra socavenes de sabandijas dañosas. Sean las paredes bien blanqueadas por de dentro, y por de fuera, y muy lisas, porque lo uno por ellas no pueda gatear, ni subir nada, y aun porque con lo blanco se huelgan mucho las palomas, y vienen mas a los palomares...; ...y encima de los tejados aya sus lumbreras, e entraderos, y todos con sus puertas, y de tal suerte ordenadas que todas se puedan abrir y cerrar con sus cuerdas juntamente...
4.6.- Norias.
Con las norias de la comarca viene a acontecer como en los palomares: la diversidad de formas y modelos relacionadas con la industria de influencia en el entorno. Si bien en Azuaga y Granja son frecuentes las de transmisión a través de un eje desde el palo de la bestia de tiro, en Llerena y alrededores la cadena de cangilones está elevada, así como todo el sistema de la propia extracción. Es decir existe un nivel elevado de captación de aguas, mediante un relleno  con piedras y muretes elevados que protegen la bóveda -o las arcadas en su caso-, lo que favorece la irrigación de tierras de inferior cota.

Las primeras responden a unos talleres locales más artesanales, relacionados con la minería de primeros del s.XX, teniendo un aspecto algo más ingenieril. Las segundas, ante la ausencia de éstos, conllevaron a la dependencia hacia industrias específicas como la de Díaz de Terán en Zafra. Éstas últimas llevan el sello de la fundición segedana y su mecanismo resulta más práctico.

Noria ya restaurada y funcionando. Detalle con árbol de transmisión, cadena con cangilones, etc.
En la misma finca citada y aprovechando materiales dispersos se procedió a la restauración de la citada noria, puesta en funcionamiento, construcción de cangilones, bandeja, árbol de transmisión, etc. De tal forma que los usuarios alojados pueden contemplar y disfrutar de este ingenio sacando agua directamente (ver el enlace anterior de la casa rural en Azuaga)
En esta misma población ha sucedido un hecho insólito y aleccionador. Con las obras de ampliación del polígono industrial se ha optado por desdoblar un vial de servicio con el fin de salvaguardar una noria  formando un arriate ajardinado. Mis felicitaciones.

4.7.- El Molino Hilo

Quiero terminar esta comunicación con la descripción general de una gran construcción dedicada a la molinería situada también en Azuaga, en el río Bembézar a unos 2,5 Km de la población, integrada en lo que hoy se conoce como El Coto o Coto Romo. Se llegaba desde el camino de Fuente Ovejuna atravesando los baldíos por caminos que conservan sus explanaciones en la cerrada del río, además de puentes y alcantarillas. Su construcción, a partir de los restos construidos y la tipología general de sus elementos, se estima hacia finales del s.XVIII o comienzos del XIX.


Fachada principal de Molino de Hilo. Su perspectiva al pie del Río Bembézar

Las grandes dimensiones de esta obra industrial está también relacionada con otra de similares  características en el paraje de La Charca, nombre actual por la gran balsa de aguas para garantizar la fuerza motriz que movería las máquinas. De ésta aún quedan vestigios más contundentes aunque se sabe que la actividad fue breve y no falta de dificultades.
El Molino Hilo intercepta la corriente de un curso fluvial importante, de fuerte estiaje interanual, lo que acarrearía paradas técnicas muy importantes. De otro lado, la enorme cuenca receptora y el estado de deforestación general de una cabecera agrícola por excelencia, acarrearía no serios problemas de crecidas e inundaciones poco controlables, posiblemente causa de desastres que llevarían a su abandono.
El estado actual, como se ilustra en las fotografías es de ruina, pero lo más significativo son los muros de cerramiento, las arcadas –dos rodeznos o maquinarias independientes...-, algunos tapiales y, sobre todo la presa y canal de derivación con sus tajeas y aliviaderos que todavía se conservan. Fue nada menos que un edificio muy amplio de dos plantas más los dos cárcavos con sendas maquinarias inferiores, a cuatro aguas, con ultitud de huecos y con otras dependencias anexas.
Una actuación de rehabilitación general con posibilidades y contenidos turísticos, de educación ambiental y tecnológica son algunas -entre otras muchas- de las posibilidades que encierra este enclave y que merece la pena redescubrir.
La importancia que sin duda tuvo esta edificación y sus obras anejas es lo que se quiere resaltar y llamar la atención para su pronta y decidida recuperación.

Con todos mis respetos a Schumacher, concluiría reforzando la hipótesis de partida pero mirando al futuro con cierto optimismo. Creo que “lo pequeño y lo bello, es doblemente hermoso, sobre todo si se puede disfrutar”.



Juan Eugenio Mena Cabezas.
Octubre de 2002.

BIBLIOGRAFÍA:

  1. La cultura de Los Millares. Jornadas Europeas de Patrimonio. Junta de Andalucía. 1992.
  2. Puntos de Información en Los Alcornocales. Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía/Grupo Entorno, S.L. Sevilla. 2000.
  3. La bodega del mundo. La vid y el vino en España (1800-1936) Juan Pan Montojo. Alianza Editorial, S.A. Madrid. 1994
  4. Mapa Geológico de España. Hoja 877 Llerena. IGME. 1983.
  5. Ordenanzas de la ciudad de Llerena, confirmadas por Felipe V en 1709.
  6. Agricultura General compuesta por Gabriel Alonso de Herrera. 1513. Servicio de Publicaciones del Ministerio de Agricultura y Pesca. 1981.
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Anexo: Moción


Que presenta el grupo municipal de Izquierda Unida de Llerena con relación a ciertos elementos y construcciones arquitectónicos de la localidad necesitados de protección efectiva y catalogación urbanística.

Antecedentes


La falta de clarificación en el planeamiento urbano y la carencia de sensibilidad hacia algunos elementos arquitectónicos locales, tanto propios del pasado e inutilizados desde hace varias décadas como en reciente desuso, están provocando un progresivo y seguro deterioro. Esto, sin lugar a dudas culminará, si no se ponen las medidas oportunas, con su ruina paulatina, siendo responsables por omisión los poderes públicos, y en particular el Ayuntamiento.
Las Normas de Planeamiento han dejado atrás muchos elementos por inventariar y proteger, a pesar del periodo prolongado empleado para su redacción. Procede pues, recapitular, para que este conjunto que se relaciona a continuación pase a una categoría nueva, con protección efectiva, e incluida en el planeamiento local mediante la tramitación de una Modificación de las mismas.
En estos momentos, en los que el turismo de interior y el aumento de preocupación por los recursos históricos, culturales y arquitectónicos son conceptos están cada vez más reafirmados socialmente, estas propuestas no son, tanto innovadoras como progresistas.

Para una estructuración lógica se dividen en varios apartados donde, en todo caso, sólo serían autorizables las obras de restauración:

a)        Construcciones industriales históricas de Los Molinos y casas asociadas:
         Presa o balsa de Los Molinos en El Molar.
         Cantera de fabricación de piedras blancas de molino rellenada con escombros en los almendros de El Molar.
         Conjunto de 27 molinos con sus represadas, pretiles  y casas originales.
b)       Edificios relacionados con la etapa industrial llerenense de primeros de siglo XX:
         Depósito elevado de aguas de la Fábrica de Harinas.
         Edificios principales de la Fábrica de Harinas.
         Casa de hospedaje de RENFE en la Estación.
         Casa de bombeo y pozos de agua del Camino Valverde para la Fábrica de Harinas.
c)        Elementos arquitectónicos para la fabricación de materiales de construcción, de interés etnológico:
         Horno de cal junto a la casa de La Mina.
         Horno de cal de la Cuesta de las Mojeas.
         Último horno de ladrillos (de los 4 existentes hasta hace poco) en el Paseo de Cieza de León (en las instalaciones de Portero Escobar).

Por todo ello se propone:

Se proceda a la redacción de la Modificación Puntual de las Normas Subsidiarias de Planeamiento Municipal recogiendo medidas para la protección, catalogación y usos autorizables en estos inmuebles y construcciones.

Llerena enero de 2001.

Por Izquierda Unida de Llerena
Baltasar Mateos Ascacibar

Resumen



En la campiña sur de Badajoz, sin contar con grandes excelencias artísticas y culturales, se está empezando a promover, paso a paso, las bases de un modelo turístico. Los componentes del legado histórico que nos ha llegado deben tener una lectura integrada, sin menospreciar los elementos culturales populares. Es más, la profusión y variedad de los mismos, puede promover una sinergia muy original e interesante con la oferta actual. Este modelo implicaría la participación plena de las corporaciones para llegar a una inventariación, rescate y puesta en valor de numerosos elementos olvidados.
En la comunicación se resaltan algunos de los valores etnológicos que pueden cumplir ese papel complementario y variado, logrando así una justicia cultural hacia otros valores quizás demasiado integrados en el territorio.


AUTOR:

Juan Eugenio Mena Cabezas.
Natural de Llerena, 1957. Licenciado en Biología (1979) e Ingeniero Técnico Agrícola (1981) por la Universidad de Sevilla. Consultor en temas agrarios, medioambientales y urbanísticos. Trabaja en Grupo Entorno, empresa sevillana dedicada a la ordenación del territorio, al medio ambiente y al urbanismo. Fue promotor de la Comisión Local de Urbanismo y Patrimonio, en funcionamiento regular desde 1992 hasta 1999 y coeditor de la Guía Turística de Llerena de IU de 1995.



 

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